La condición humana o Notre Dame de París. En los últimos días vengo observando publicaciones en las redes sociales reaccionando contra la donación de dinero para la restauración de Notre Dame de París. Evidentemente, el dinero que se ha recaudado para esta catedral no solucionaría el hambre en el mundo, ni la destrucción de los bosques, ni la contaminación de los océanos. Tampoco acabaría con la lista roja de patrimonio en peligro de desaparecer.
Es habitual que cuando ocurre una tragedia, por nuestra condición humana, reaccionemos. No quiero poner a la misma altura la catástrofe del Prestige o la de Haití que la de Notre Dame, pero son ejemplos en los que ante un acontecimiento concreto, las personas se ponen en marcha. Son granos de arena en el desierto, pero ayudan a que la gente tome conciencia.
Los edificios hay que construirlos desde los cimientos. La recaudación de fondos para cualquier problema de los anteriormente citados hay que gestionarlos de manera correcta. En el patrimonio histórico-artístico, hay que hacer un estudio riguroso de la obra y de los problemas que presente antes de intervenir en ella. Quienes lleven a cabo la restauración tienen que ser personas muy formadas. Hay que trabajar respetando el original y haciendo labores reversibles. Tenemos que evitar más Ecce Homos de Borja y similares.
Pienso que el problema de los males de nuestra sociedad no es tanto de dinero como los intereses creados. Probablemente haya recursos en este mundo para terminar con el hambre, para salvar los bosques y repoblar otros nuevos, para terminar con la contaminación de los océanos, para acabar con la lista roja de patrimonio y para solucionar muchos otros problemas que hay en el mundo. Por ello, creo que no hay que criticar lo recaudado para esta restauración, lo que hay que hacer es buscar recursos para los otros problemas y gestionarlos adecuadamente.
Salvar nuestro patrimonio.
Salvar nuestro patrimonio es importante, porque es transmitir a las generaciones futuras lo que nos han legado las pasadas. Mirar al pasado nos debe hacer reflexionar en el presente para no cometer viejos errores y, aunque cometamos otros nuevos, intentar dejar un futuro mejor a quienes nos sucedan.