La tarde en que Notre-Dame ardió
Al levantar la vista, se encontró con los reyes de la fachada de Notre-Dame de París. Los revolucionarios, al ver en ellos una imagen de la tan denostada monarquía, los habían quitado, violentamente, de su ubicación. Él sabía que los que estaba contemplando los había colocado allí Viollet-le-Duc, copiando de esta forma los de la catedral de Chartres. El arquitecto romántico francés sabía que allí, en Notre-Dame, las esculturas de los reyes se habían ubicado de la misma manera que los de Chartres. De igual forma que sus reyes, otros símbolos de la insigne catedral parisina, como sus gárgolas y cimeras, son hijos del siglo XIX y, con ello, constituyen una parte importante de la historia de esta catedral.
Minutos antes, había contemplado sobresaliente en el horizonte de París la aguja de la Notre-Dame, un icono de la ciudad creado también por Viollet-le-Duc. Este arquitecto tenía una visión romántica e historicista del patrimonio, muy acorde con la visión que en su tiempo se tenía de la Edad Media. El neogótico es un estilo nacido del Romanticismo, cuyos añadidos decimonónicos a las obras medievales nos despistan cuando nos paramos a contemplarlas. Lo mismo ocurre con la transformación romántica que se hizo de estos edificios durante el siglo XIX.
La figura del historiador del arte tiene una función fundamental a la hora de divulgar estas obras y hacer así consciente al espectador del contexto histórico de cada una de las fases constructivas del edificio. Si no llega a ser por figuras como Viollet-le-Duc, la visión del patrimonio sería diferente y, quizá, yo no estaría ahora aquí hablando sobre estos temas, por lo que hay que agradecer su trabajo en este sentido. Por otro lado, la historia del arte, la restauración y la intervención sobre el patrimonio son disciplinas en evolución y no podemos juzgar con ojos del siglo XXI lo que se hizo en el XIX.
Entonces bajó los ojos y regresó al hotel. Esa tarde una chispa hizo arder la estructura de madera de las entrecubiertas de Notre-Dame y la aguja simbólica de Viollet-le-Duc se desplomó. En los meses siguientes, se valoró qué hacer a continuación. La solución que se determinó fue la creación de un falso histórico, es decir, reconstruir la viguería con madera de robles centenarios y levantar de nuevo la aguja a partir de los planos decimonónicos de Viollet-le-Duc.
En el fondo, quizá no hayamos cambiado tanto en cuanto a la visión romántica que tenemos (o queremos tener) de la Edad Media. ¿O sí? La tarde en que Notre-Dame ardió.
Que buen artículo Hugo. Felicidades. Ciertamente, es muy necesario saber distinguir las etapas constructivas y su contexto. Gracias por tu labor.
Muchísimas gracias Sonia. Hay que trabajar mucho en este sentido.